Hoy es 25 de noviembre, este día fue declarado por la ONU como el día internacional para la Eliminación de la Violencia contra las mujeres. La violencia contra las mujeres, también denominada violencia de género o violencia machista, es la violencia que se ejerce contra las mujeres solo por el hecho de ser mujeres. Es un tipo de violencia específica, que tiene unas causas específicas y, por ello, debe ser tratada por una ley específica, igual que ocurre con otro tipo de violencias específicas como, por ejemplo, la violencia terrorista. Nadie duda de que un acto terrorista debe ser juzgado según una ley específica: la ley antiterrorista. Así, por ejemplo, si alquilo una furgoneta y me meto con él a toda velocidad por esta(la) plaza de España matando a varias personas; aunque el acto y los efectos sean los mimos que si eso mismo lo hace un terrorista yihadista, está claro que el delito y la ley que servirá para juzgarlo no son lo mismo.
Y no es lo mismo porque en mi caso no hay un sistema ideológico, político, social, cultural que fomente y justifique esa acción, mientras que en el caso del terrorista sí existe ese sistema ideológico, político, social y cultura. Con la violencia machista sucede exactamente lo mismo. Por ejemplo, si yo mato a un hombre no hay duda de que eso es violencia y de que, por supuesto, cometo un delito que debe ser juzgado cayendo sobre mí todo el peso de la ley. Pero no es violencia de género porque no hay un sistema ideológico, político, social y cultural que históricamente haya fomentado y justificado la inferioridad del hombre respecto a la mujer. En cambio, en el caso de la violencia de los hombres contra las mujeres sí ha habido y hay un sistema ideológico, político, social y cultural que ha teorizado, fomentado y justificado la inferioridad de las mujeres respecto a los hombres. Dicho sistema se llama Patriarcado, sistema social, político, económico y religioso que legitima el privilegio y superioridad de los hombres sobre las mujeres.
Desde el Neolítico hasta nuestros días, se ha transmitido de generación en generación la idea de que las mujeres somos seres humanos que no estamos al mismo nivel que los hombres, por ello, durante muchos siglos, a las mujeres no nos han considerado sujetos de derechos sino objetos al servicio de los hombres. De hecho, todavía hoy, hay países como Arabia Saudí o Irán, en los que por ley las mujeres no tienen los mismos derechos que los hombres. Y en los países supuestamente avanzados y democráticos como el nuestro, España, o Francia o Noruega o EEUU, aunque hombres y mujeres tenemos los mismos derechos en las leyes, en la práctica esos derechos no son respetados: una prueba de ello es la Violencia que se ejerce contra las mujeres en todos los países del mundo, situación que la OMS define como “problema de salud pública” y como Pandemia.
La violencia machista presenta formas muy diversas: humillaciones, insultos, ninguneos, culpabilización, controles, prohibiciones, palizas, convertir a las mujeres en mercancías a
través de la pornografía, la prostitución o los vientres de alquiler, hasta llegar a la forma más extrema que es el asesinato. En lo que llevamos de 2019, 51 mujeres que han sido asesinadas, casi la mitad tenía algún hijo o hija menor de edad. La maternidad hace más vulnerable a las mujeres que sufren violencia machista, hace más difícil que denuncien porque no solo tienen miedo por ellas sino que, además, están aterrorizadas ante la posibilidad de que el maltratador acabe matando a sus hijos o hijas, para así causarles a ellas el mayor de los daños. ¿Puede haber mayor maltrato para una madre que el asesinato de sus hijos o hijas?
Así las cosas, tenemos que llamar a las cosas por su nombre porque como dice la gran filósofa feminista Celia Amorós: “Conceptualizar bien es politizar bien”. No podemos permitir que nos retrotraigan a tiempos ya superados, nombrar a la violencia de género por su nombre diferenciándola de otros tipos de violencia no es una cuestión baladí o sin importancia sino que es el resultado del estudio riguroso y profundo de las causas que la producen, es el fruto del conocimiento científico sobre el tema y, además, responde a consensos nacionales e internacionales: desde la Convención de Naciones Unidas sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer de 1979 hasta el reciente Convenio de Estambul de 2014 establecido por el Consejo de Europa.
Negar la violencia de contra las mujeres, diluirla en un cajón desastre llamándola violencia intrafamiliar, es una irresponsabilidad ética y una forma de complicidad con los asesinatos machistas. Y esto está pasando ya en España, se están negando a condenar asesinatos machistas porque dicen estar en contra de todo tipo de violencia. ¿Os imagináis que alguien se negara a luchar contra el cáncer argumentando que no lo hacen porque están en contra de cualquier tipo de enfermedad y no solo del cáncer? La violencia de género existe, no es un invento, no es una ideología de género como despectivamente dicen algunos. Es más, solo existe una ideología de género: el machismo que es el que mata.
No podemos permitir este retroceso, el conocimiento y la burda opinión no pueden estar al mismo nivel. Se progresa en el conocimiento ético al igual que en otras dimensiones del conocimiento. El feminismo es un universalismo ético fruto del progreso moral de las personas y de las sociedades, una teoría ético-política con más de tres siglos de historia fruto del estudio riguroso. El Feminismo es un movimiento que lucha por los derechos humanos de la mitad de la humanidad: las mujeres. Y todas las personas que creemos en la igualdad, todas las mujeres y los hombres feministas, por tanto, no vamos a permitir ni un paso atrás.