Satisfacción por el deber cumplido.
Sabemos que todo lo bueno suele ser efímero y por ello hay que vivirlo intensamente. No nos podíamos ir de Estrasburgo sin una última vuelta por sus calles y visitar con más tiempo su catedral. “Un prodigio de grandeza y delicadeza“, según palabras de Victor Hugo, su fachada es de una riqueza ornamental fantástica. La aguja, de 142 metros de altura, es una obra maestra por su finura y elegancia. Hasta el s. XIX, la catedral fue el edificio más alto de toda la cristiandad.
Pues así hicimos, paseo vespertino y solemne visita a la catedral. Tan solemne, que tuvimos la suerte de presenciar la homilía.
Después, compras de última hora y vuelta el hotel para cocer el bus que nos llevase al aeropuerto de Zurich.
Parece que fue un sueño, pero no lo fue. Habrá que ver cuándo otra generación de chicos y chicas de nuestro centro (o de Tomelloso) son invitados por el Parlamento Europeo para vivir una jornada como la del pasado viernes.
Los protagonistas de esta experiencia aún no son conscientes.