La tarde noche del viernes 11 de junio fue un día agridulce. Nuestros alumnos y alumnas de 4º Eso y Bachillerato se graduaban. Ponían el broche de oro a una etapa que ha estado marcada por los difíciles acontecimientos que han sacudido el orden mundial. Pero lo habíamos logrado, llegamos al final de la etapa con la satisfacción del deber cumplido, estamos ante la culminación de una etapa iniciada unos años antes y que no sabíamos lo que nos iba a deparar al final del camino. Hemos llegado a la fiesta final pero presencialmente no hemos podido acompañarles cómo se merecían, arroparles como lo hemos hecho siempre, estar presencialmente con nuestros seres más queridos para que nos sintieran cerca.
Desde el Centro hicimos todo lo posible con los medios de que disponíamos, hemos estado mucho tiempo barajando posibilidades para poder acercarles a vuestro lado, queríamos que los sintiesen cercanos. Todavía hoy los medios técnicos e informáticos nunca van a superar a una mirada, a una sonrisa a un «que guapa vas» a un «no estés nervioso» a un «te lo has ganado»
Aunque hubiésemos tenido el estudio de televisión de Prado del Rey no se habría conseguido.
La pandemia nos ha alejado de lo que teníamos cerca, nos ha quitado cosas que no valorábamos, la cercanía de los que siempre tenemos a nuestro lado, alguien que te arregle el vestido, que te ponga bien el flequillo, te enderece el nudo de la corbata, la mirada de aprobación, de satisfacción, de alegría y esos gestos que borran todas las broncas, enfados y malos ratos. Fue una tarde huérfana y alegre a la vez, triste, nostálgica y entrañable.
Hemos hecho lo que hemos podido, el equipo docente, los alumnos y alumnas y por supuesto las familias, cada uno desde su lugar, sin ahorrar ningún esfuerzo. Era un situación difícil, pero entre todos hemos conseguido una pequeña victoria. Ha ganado la vida y la esperanza. Gracias.
